26 de julio de 2016

Desde nuestro blog queremos recuperar algunas de las pinceladas mas importantes de la historia de Alcázar de San Juan. Por ello, vamos a retomar la sección de historia de la mano de la joven historiadora alcazareña Mª Cristina Sánchez-Mateos Romero (podréis acceder de forma rápida a estas entradas desplegando la pestaña "Categorías" de nuestro menú y haciendo clik en "Historia"). Hoy trataremos sobre la desaparecida ermita de Santa Ana en Alcázar de San Juan. 


"Santa Ana enseñando a leer a la Virgen"
Bartolomé Esteban Murillo, 1655. Museo del Prado. 
Comenzamos nuestra andadura hoy, festividad de San Joaquín y Santa Anta, padres de la Virgen María, cuya onomástica conmemora el papel de los abuelos dentro de la familia. Esta festividad podría pasar sin pena ni gloria en nuestra localidad, ya que no son venerados en ninguna de nuestras parroquias y templos y, sin embargo, queda en el recuerdo una antigua ermita (1) situada en el barrio de Santa María dedicada a Santa Ana. A ella vamos a dedicar nuestro primer artículo de esta sección.
¿Qué se sabe, entonces, de la antigua ermita de Santa Ana? Poco se sabe de la fecha de su edificación, ya que los documentos existentes en el archivo sólo hacen referencia al mal estado de la ermita y están fechados a mediados del siglo XVIII. La ermita estaba bajo la dirección del Priorato de San Juan, que no del Arzobispado de Toledo, dado su vínculo también con la parroquia de Santa María la Mayor.
Lo que también se sabe es que estaba situada muy cercana al también antiguo convento de San José –de hecho, hoy día se conserva una calle por la zona con ese mismo nombre: calle Santa Ana-, con cuyas religiosas franciscanas tenía mucha relación. La ermita era bastante grande, de tres naves –en el diccionario decimonónico de Pablo Riera y Sanz se dice, incluso, que es una parroquia, dadas sus dimensiones-, y en ella, obviamente, se veneraba una imagen de la madre de la Virgen.
Por tanto, la crónica más certera que podemos hacer de dicha ermita es la de su fallido intento de restauración y reconstrucción. La primera alarma que se conserva en los archivos que hace referencia al mal estado de la ermita es del 22 de octubre de 1755 y en el documento dice lleva años en mal estado y, por ello, se ha tenido que trasladar al convento de San José la propia imagen de la santa. Se reclama entonces, la ayuda del principal responsable del mayorazgo-infantazgo que se había creado pocos años antes, es decir, la respuesta del infante don Gabriel, hijo de Carlos III.
La respuesta a esta carta no tarda en llegar y en ella se pide toda la información detallada de la propia ermita, especialmente si ésta es propiedad de la población o del Priorato, ya que será el responsable del edificio el encargado de su mantenimiento. El vicario del convento de San José responde que la ermita es, efectivamente, propiedad del priorato pero añade que hay devotos de la localidad que se han ofrecido a ayudar en la reconstrucción de la ermita y que, incluso, un vecino propone ejecutar la obra y ceder a la propia ermita un terreno siempre y cuando se le nombrase administrador de la misma.
La posterior correspondencia es una retahíla de las necesidades y requisitos que necesitaría dicha obra, concluyendo un coste total de 6.436 reales y 28 maravedís. El elevado coste de dicha empresa se explica no sólo con la posible antigüedad de la misma ermita, sino también porque se vio afectada, como gran parte de la península, por el terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755. De hecho, el presupuesto está hecho pocos días después del suceso.
La respuesta del infante don Gabriel fue clara: su institución, el priorato, sólo estaba obligado a hacerse cargo de las parroquias del mismo, no así de las ermitas o santuarios, que eran propiedad y, por tanto, responsabilidad, exclusivamente de la localidad. A la negativa del priorato se debe tener en cuenta el fallecimiento del devoto que se comprometió a realizar la obra.
Por lo tanto, el destino de la ermita fue, si no la demolición pedida por los vecinos, dado el riesgo que supondría su derrumbe en sus viviendas, o la ruina absoluta. Se salvaron de la demolición la imagen de la Señora Santa Ana y el retablo mayor de la ermita, que fueron trasladados al convento de San José.

(1)  Información extraída de: Rodríguez – Moñino Soriano, Rafael, La antigua Ermita ya desaparecida de Santa Ana de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), Alcázar de San Juan, Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan, 1998


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