Este año la hermandad ha querido que el besapié al santo sea un acto especial de fe y homenaje al Vicario de Cristo en la tierra, el Santo Padre.
SAN PEDRO APOSTOL
El nombre verdadero y originario de San Pedro era Simón, que aparece a veces como Simeón. Era hijo de Jonás (Juan) y nacido en Betsaida, un pueblo junto al Lago de Genesaret, de cuya ubicación no hay certeza, aunque generalmente se lo busca en el extremo norte del lago. El Apóstol Andrés era su hermano, y el Apóstol Felipe provenía del mismo pueblo.
Simón se estableció en Cafarnaúm,
donde vivía con su suegra en su propia casa al tiempo de comenzar el ministerio público de Cristo
(alrededor del 26-28 D.C.). Simón
se dedicó en Cafarnaúm al lucrativo quehacer de pescador
en el Lago de Genesaret, poseyendo su propio barco
Al igual que tantos de sus contemporáneos Judíos, a él
lo atraía la prédica de penitencia del Bautista
y junto a su hermano Andrés, estaba entre los seguidores de Juan
en Betania, sobre la margen oriental del Jordán. Cuando el Bautista señaló a Jesús, diciendo,
"He ahí al Cordero de Dios", lo siguieron Andrés
y otro discípulo a su residencia, permaneciendo
por un día con Él.
Más tarde, Andrés comunicó a Pedro el encuentro con el Mesías y lo llevó hasta Jesús, quien, fijando su mirada en él, le dijo: "Tú eres Simón el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas, que se interpreta como Pedro". Jesús dio a Simón el nombre de Cefas (Petrus), tras lo cual era llamado generalmente Pedro, en especial por Cristo en la ocasión solemne que siguió a la profesión de fe de Pedro. Los Evangelistas suelen combinar ambos nombres, mientras que San Pablo usa el nombre Cefas.
Después del encuentro inicial, Pedro y los otros primitivos discípulos permanecieron con Jesús por algún tiempo, acompañándolo a Galilea (Bodas de Caná), Judea y Jerusalén, para volver por Samaría a Galilea. Aquí Pedro retomó su tarea de pescador por un breve lapso, pero pronto recibió la llamada definitiva del Salvador para ser uno de Sus discípulos permanentes. Después del Sermón de la Montaña y de curar al hijo del Centurión en Cafarnaúm, Jesús vino a casa de Pedro y sanó a la madre de su esposa, que estaba enferma de una fiebre Poco después Cristo eligió a Sus Doce Apóstoles como compañeros constantes al predicar el Reino de Dios.
Pedro pronto sobresalió de entre los Doce. Aunque de carácter
indeciso, se aferra al Salvador con la mayor fidelidad, firmeza de fe
y amor íntimo; atropellado tanto de palabra como en sus actos,
está lleno de fervor y entusiasmo, aunque de momento fácilmente
accesible a influencias externas e intimidable por las dificultades.
Cuanto mayor relieve toman los Apóstoles en la narrativa Evangélica,
tanto más se destaca Pedro como el primero entre ellos.
De una manera especialmente solemne, Cristo acentuó la precedencia de Pedro entre los Apóstoles cuando, despues de que Pedro lo reconoció como el Mesías, Él le prometió que encabezaría a Su rebaño.
No obstante su fe firme en Jesús, Pedro no tenía aún claro conocimiento de la misión y labor del Salvador. En especial los padecimientos de Cristo, contradictorios con su concepción mundana del Mesías, le resultaban inconcebibles, y esta concepción errónea produjo ocasionalmente la aguda reprobación de Jesús. El carácter indeciso de Pedro, que continuó no obstante su fidelidad entusiasta a su Maestro, se reveló claramente en conexión con la Pasión de Cristo.
A pesar de su debilidad, su lugar como cabeza de los Apóstoles
fue confirmado más adelante por Jesús, y su precedencia
no fue menos destacada luego de la Resurrección que antes. Las
mujeres que fueron primeras en hallar el sepulcro de Cristo vacío,
recibieron del ángel un recado especial para Pedro. Sólo a él de entre los Apóstoles se le apareció
Cristo en el primer día luego de la Resurrección. Pero lo más importante de todo, cuando
se apareció junto al Lago de Genesaret, Cristo renovó
la comisión especial a Pedro de alimentar y defender a su rebaño,
después que Pedro hubo afirmado por tres veces su amor especial
por su Maestro.
San Pedro tendría una intensa actividad apostólica en Jerusalén, Judea y los distritos
hacia el norte hasta Siria, según se deduce principalmente de la primera parte
de los Hechos de los Apóstoles, confirmada por las incidentales
menciones colaterales en las Epístolas de San Pablo.
Después de la venida del Espíritu
Santo en la fiesta de Pentecostés, Pedro imparte a la cabeza
de los Apóstoles el primer sermón público para
proclamar la vida, muerte y resurrección de Jesús, y gana
un gran número de Judíos como conversos a la comunidad
Cristiana. El primero de los Apóstoles en operar
un milagro público, cuando entró al templo y curó
a un hombre tullido en la Puerta Hermosa. A la gente que se amontonaba
en su asombro alrededor de los dos Apóstoles, les predica un
largo sermón en el Pórtico de Salomón y trae un
nuevo incremento en el rebaño de creyentes.
Pedro encaró ahora un extenso viaje misionero, que lo llevó a las ciudades marítimas Lida, Joppe y Cesarea. Después residiría unos años en Jerusalen, adónde San Pablo, tras su conversión, se desplazó para conocerle y convivir con el.
Después de la ejecución de Santiago, el hijo de Zebedeo, apresaron a Pedro, con la intención
de también hacerlo ejecutar cuando hubiere pasado la Pascua
Judía, siendo liberado de manera milagrosa. Tras lo cual se dirigió a casa de la madre de Juan Marcos, donde muchos
de los fieles estaban reunidos para la oración, allí les informó
sobre su liberación de manos de Herodes, les mandó que
comunicasen el hecho a Santiago y los hermanos y entonces salió
de Jerusalén para marchar"a otro lugar" que diversas fuentes identifican con Oriente.
Es seguro que permaneció durante un tiempo en Antioquía. Pedro retornó ocasionalmente a la inicial Iglesia Cristiana de Jerusalén, cuya guía fuera encomendada a Santiago, el pariente de Jesús.
Durante la última parte de su vida Pedro vivió en Roma, dónde finalizó su vida terrenal por el martirio. En cuanto a la duración de su actividad Apostólica en la capital Romana, la continuidad o no de su residencia allí, los detalles y éxito de sus trabajos y la cronología de su llegada y de su muerte, todas estas cuestiones son inciertas y pueden resolverse solamente mediante hipótesis más o menos bien fundadas. El hecho esencial es que Pedro murió en Roma: esto constituye el fundamento histórico del reclamo de los Obispos de Roma sobre el Primado Apostólico de Pedro.
Con respecto a la forma en que Pedro murió, contamos con la tradición-atestiguada por Tertuliano a fines del siglo segundo y por Orígenes sobre que sufrió crucifixión. Orígenes sostiene que: "Pedro fue crucificado en Roma con su cabeza hacia abajo, como él mismo había deseado sufrir". Como el lugar de la ejecución pueden muy probablemente aceptarse los Jardines Neronianos en el Vaticano, dado que según Tácito allí se representaban en general las horrendas escenas de la persecución Neroniana; y en este distrito, en la vecindad de la Vía Cornelia y al pié de las Colinas Vaticanas, el Príncipe de los Apóstoles halló su sepultura.
De
esta tumba Cayo ya habla en el siglo tercero.
Por un tiempo los restos de Pedro descansaron con los de Pablo en una
cripta en la Vía Apia en el lugar ad Catacumbas, donde
ahora está la Iglesia de San Sebastián (que en su erección
en el siglo cuarto fue dedicada a los dos Apóstoles). Los restos
habrían sido probablemente llevados allí a comienzos de
la persecución Valeriana en 258, para protegerlos de la amenaza
de profanación cuando fueron confiscados los sepulcros Cristianos.
Fueron más tarde restituidos a su previo lugar de reposo y Constantino
el Grande hizo erigir una magnífica basílica sobre la
tumba de San Pedro al pié de la Colina Vaticana. Esta basílica
fue reemplazada por la actual de San Pedro en el siglo XVI.
La cripta con el altar construido sobre ella (confessio) ha sido el
más venerado santuario de un mártir en Occidente. En la
estructura inferior del altar, sobre la cripta que contenía el
sarcófago con los restos de San Pedro, se hizo una cavidad. Ésta
fue cerrada por medio de una puerta en el frente del altar. Al abrir
esta puerta el peregrino disfrutar del gran privilegio de arrodillarse
justo encima del sarcófago del Apóstol. Se solían
dar llaves de esta puerta como recuerdo.
En el siglo IV ya se celebraba una fiesta en
memoria de los Santos Pedro y Pablo en el mismo día, el 29 de junio, pues
en esta fecha los restos de los Apóstoles fueron trasladados a su lugar de enterramiento en la colina Vaticana. Más tarde, los restos
fueron restituidos a su anterior lugar de descanso: los de Pedro a la
Basílica Vaticana y los de Pablo la iglesia en la Vía
Ostiensis.
En cuanto a la representación de Pedro, la más antigua que existe es un medallón de bronce con las cabezas de los Apóstoles. Pedro tiene una cabeza fuerte y redondeada, mandíbulas prominentes, una frente retrotraída, cabello crespo grueso y barba. Los rasgos son tan distintivos, que semejan la naturaleza de un retrato.
En las numerosas representaciones de Cristo en medio de Sus Apóstoles, que aparece en las pinturas de las catacumbas y labradas en los sarcófagos, Pedro y Pablo siempre ocupan los lugares de honor a derecha e izquierda del Salvador.
En los mosaicos de las basílicas Romanas, que datan
del siglo cuarto al noveno, Cristo aparece como figura central, con
los Santos Pedro y Pablo a Su derecha e izquierda y aparte de ellos
los santos especialmente venerados en cada iglesia en particular. En
los sarcófagos y otros memoriales, aparecen escenas de la vida
de San Pedro: su caminata sobre el Lago de Genesarét desde el
bote cuando Cristo lo llamó; la profecía de sus negaciones;
el lavatorio de los pies; el elevar a Tabitá de entre los muertos;
la captura de Pedro y ser llevado al lugar de su ejecución. En
dos copas doradas se lo representa como a Moisés haciendo brotar
agua de la roca con su vara; el nombre de Pedro bajo la escena demuestra
que es visto como el guía del pueblo de Dios en el Nuevo Testamento.
En el período que va del cuarto al sexto siglo
es particularmente frecuente la escena de la entrega de la Ley a Pedro,
lo que ocurre en varias clases de monumento. Cristo entrega a Pedro
un escrito enrollado o abierto, en el que a menudo está la inscripción
Lex Domini (Ley del Señor) o Dominus legem dat
(El Señor da la Ley). En el mausoleo de Constantina en Roma esta escena se da como un paralelo
a la entrega de la Ley a Moisés.
En representaciones en los sarcófagos
del siglo quinto el Señor entrega a Pedro las llaves (en lugar
del escrito). En labrados del siglo cuarto, Pedro suele llevar una vara
en su mano como una suerte de cetro indicativo
del oficio de Pedro.
Desde fines del siglo sexto se sustituye esto por
las llaves (usualmente dos, aunque a veces tres) que de allí
en más se convirtieron en los atributos de Pedro. Hasta la renombrada
y grandemente venerada estatua de bronce en San Pedro las posee; esta,
que es la más conocida representación del Apóstol,
data del último período de la antigüedad Cristiana.
Información recogida de www.aciprensa.com
Foto cartel: Paco Mazuecos
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