22 de abril de 2014


Como ya se hiciese en 2013, con motivo del 25 aniversario de la fusión de la Cofradía  de Jesús Caído y la Verónica con la de La Dolorosa, se realizó en la Plaza de España un Encuentro entre los Pasos de Misterio y de Palio, con vistosidad y sentimiento.

La Estación de Penitencia partió del Convento del RR PP Franciscanos a las 22:00 horas, abriendo el cortejo procesional el Paso del Santísimo Cristo de la Paciencia, precedido por la Banda de Cornetas y Tambores “Virgen de los Dolores” de Herencia.

Seguía el Paso de Nuestra Señora de los Dolores, que en la Plaza de España, tras el Encuentro reseñado volvió a ocupar su lugar habitual cerrando la Estación de Penitencia. Musicalmente iba acompañado por la Asociación Banda de Música de Alcázar de San Juan.

Cerraba el cortejo el Paso de Jesús Caído y la Verónica, empujado por hermanos de la Cofradía, el cual tras el Encuentro en la Plaza ocupó el segundo lugar en la representación catequética de la Estación de Penitencia.

La noche fue también muy calurosa, haciendo que hubiese numeroso público hasta altas horas, especialmente en la entrada que suele ser de menor concurrencia.

La organización fue buena, con cumplimiento perfecto de horarios, resultando una Estación de Penitencia que llamaba a la meditación del misterio que representa.








JESUS CAIDO, LA VERONICA Y LA DOLOROSA


El Evangelio no hace re­fe­rencia a las caídas de Jesús, pero es ló­gico que perdiera el equi­li­brio mu­chas veces. La pér­dida de sangre por los azotes, los do­lores mus­cu­lares in­so­por­ta­bles, la tor­tura de la co­rona de es­pinas, el peso del ma­dero…, ¡no hay pa­la­bras para des­cribir el dolor que Cristo debió ex­pe­ri­mentar! Todos, al­guna vez, hemos tro­pe­zado y caído al suelo.

Cuando nosotros caemos… ¡Con qué ra­pidez nos le­van­tamos para no hacer el ridículo! Viendo a Jesús en el suelo y todos a su al­re­dedor riendo con sorna y dándole patadas para que se le­van­tara. ¡Qué ri­dículo, qué hu­mi­lla­ción, Dios mío!

Apareció Simón el Cirineo. Tuvo que aceptar ayudar a Jesús a la fuerza. Pero al con­tacto con Él fue cam­biando la ac­titud de su co­razón y ter­minó com­par­tiendo la si­tua­ción de aquel ajus­ti­ciado des­co­no­cido que, en si­lencio, lleva un peso su­pe­rior a sus dé­biles fuerzas. ¡Qué im­por­tante es des­cu­brir lo que pasa a nuestro al­re­dedor, y tomar con­ciencia de las per­sonas que nos necesitan!

Una mujer, la Verónica, con­mo­vida al ver el rostro del Señor lleno de sangre, tierra y sa­li­vazos, sorteó va­lien­te­mente a los sol­dados y llegó hasta Él. Se quitó el pa­ñuelo y le limpió la cara sua­ve­mente…Jesús en el paño de la Verónica deja plas­mado su rostro, que evoca el de tantos hom­bres que han sido des­fi­gu­rados por los comportamientos que des­truyen a la per­sona y la privan de su dignidad.

Y contemplando todo esto, su Madre, María, envuelta en un silencio que la ahoga, solo puede dejar caer sus lágrimas. Ya lo veíamos el Viernes de Dolores ¡Qué duras fueron aquellas horas!...



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