26 de abril de 2011











Otra de las Hermandades señeras de nuestra Semana Santa se hubo de quedar en casa. A las 20:30 horas la Junta Directiva se reunía con carácter extraordinario y decidía, teniendo en cuenta el desarrollo del tiempo durante la tarde y las previsiones poco halagüeñas para la noche, no arriesgar su rico patrimonio, ni el mensaje de su Estación de Penitencia.

Y es que una Estación de Penitencia persigue dos objetivos básicos: Uno primero de realizar una catequesis plástica de cara a quienes contemplan el cortejo procesional, mostrándoles un pasaje del Evangelio que, en teoría, debe llenarles y hacerles comprender el mensaje de Jesús, muerto por nosotros y nuestras faltas y un segundo objetivo, que es el personal de cada miembro de la Hermandad (el cumplir una promesa, el deseo de acompañar a Jesús o a su Madre, el querer vivir una experiencia en oración, etc...).

El primero de dichos objetivos mal se cumpliría con poca gente en la calle y entre paraguas o con plásticos cubriendo las Imágenes y el segundo menos aún por el nerviosismo y la incertidumbre de tener que volverse o salir corriendo en cualquier momento.

Esta Hermandad, en 2009, ante esta misma situación metereológica, decidió poner su Estación de Penitencia en la calle y al hacer presencia un chubasco de poca duración, hubo de cubrir sus Pasos, se quedó sin gente en las calles y sufrió diversos daños.

Habrá quien opine de otra forma, como es natural, pero lo lógico y lo normal fue tomar la decisión que se tomó. Fácil es hablar después de observar que no llovió. Lo difícil es tener que tomar la decisión que se tomó. Pocos quisieran estar en la piel de quienes la tomaron, aunque son muchos los que la cuestionan y cuestionarán.

Quien lleva meses trabajando, en su tiempo libre e incluso restando dicho tiempo de la atención a su familia, pidiéndo incluso vacaciones en su trabajo, por preparar dignamente la Estación de Penitencia, tiene el mayor deseo de que salga su Cofradía a la calle, sin embargo, a pesar de su enorme sacrificio, es consciente de todo lo que se puede perder. A nadie más que a él o a ella, le duele no salir y, a pesar de ello, tiene todavía que escuchar críticas que, normalmente, vienen de personas que apenas se sacrifican por su Hermandad, que apenas aparecen por los cultos o que casi nunca están cuando se les necesita.

En lugar de la Estación de Penitencia, la Cofradía del Santo Entierro rezó un Vía Crucis por el interior de la Parroquia de Santa María. Previamente el Paso de Nuestra Señora de la Soledad, que estaba situado junto al Altar Mayor, se trasladó hasta el fondo de la Iglesia. Acto seguido se bajó la Imagen del Santísimo Cristo Yacente de su Paso, para ser situado en unas parihuelas, a fin de ser trasladado a su Capilla, a la finalización del acto.

Se rezaron las 14 estaciones del Vía Crucis, por costaleros, costaleras y miembros de la Hermandad de túnica, con una solemnidad y silencios que ya de por sí, hicieron que se conmoviera el público asistente. La Cruz de Guía de la Hermandad, acompañada de 2 faroles de tramo, se situaba frente a las cruces del Vía Crucis que hay instaladas en las columnas del templo, a la lectura de cada estación.

Al ser leída la lectura de la 14 Estación ("Jesús es depositado en el Sepulcro"), se hizo el silencio. El sacerdote, acompañado por el Presidente de la Hermandad, bajó del Altar Mayor. Entonces del fondo de la Iglesia partió un cortejo compuesto por cuatro hermanos, antiguos costaleros, que portaban, en la parihuela citada anteriormente, la Imagen del Santísimo Cristo Yacente.

El silencio se hizo aún más notorio. El traslado se hizo lentamente. Algo inenarrable, simplemente magnífico y que tocó el alma de los presentes. Al llegar el cortejo a la Capilla de los Titulares de la Cofradía, situada a la izquierda del Altar Mayor, la Imagen fue depositada en su Urna habitual. Los costaleros y costaleras de la Cofradía, que ocupaban dicha Capilla, hicieron un hueco a su Titular.

Por la mente de quien esto escribe y por la de muchos de los presentes, pasaron entonces imágenes y sensaciones pocas veces imaginadas y vividas que nos hicieron ver y valorar, aún más si cabe, el enorme e increíble sacrificio que hubo de hacer Jesús, por todos nosotros, la injusticia de su muerte y la honda pena que debieron sentir todos los que le seguían, incluída su Madre. Estabamos verdaderamente ante el entierro de Jesús, más que ante un traslado de una Imagen. Pocos momentos han sido tan intensos y emocionantes como este. En esos instantes poco importaba la Procesión suspendida.

Y todo esto quedó en nada cuando, tras finalizar el rezo de la citada decimocuarta Estación, Dña Pilar Monge, voz de los Coros y Danzas de nuestra localidad, cantaba, extraordinariamente bien, con una voz propia de un autentico ángel, la canción "Diario de María", cuya letra reproduciremos al final de este texto. En esos instantes las lágrimas que inundaban nuestros ojos, eran el testimonio más firme de que estabamos viviendo momentos muy emocionantes, en los que la muerte de Jesús no era un hecho difuso ocurrido hace 20 siglos, sino un hecho latente que nos estaba llegando al fondo del alma. Sensaciones pocas veces vistas se vivieron en esos minutos.

Se ha dicho que las lágrimas de los presentes surgian de la suspensión de la Procesión. Superflua interpretación. Bien poco importaba la Procesión cuando se escuchaba a la gran Pilar, igual que cuando se estaba trasladando al Santísimo Cristo Yacente. Minutos en los que se estaba viviendo el dolor y la amargura de una injusta muerte, la de Jesús, llegando hasta lo más profundo del corazón de los presentes. Eran lágrimas por Cristo. Quien lo vivió lo sabe.

Te miro a los ojos, y entre tanto llanto
parece mentira que te hayan clavado.
Que seas el pequeño al que he acunado,
y que se dormía tan pronto en mis brazos,
el que se reía al mirar el cielo
y cuando rezaba se ponía serio.

Sobre este madero veo aquel pequeño
que entre los doctores hablaba en el templo,
que cuando pregunté, respondió con calma
que de los asuntos de Dios, se encargaba.
Ese mismo niño, el que está en la cruz,
el Rey de los hombres, se llama Jesús.

Ese mismo hombre ya no era un niño
cuando en esa boda le pedí más vino.
Que dio de comer a un millar de gente
y a pobres y enfermos los miró de frente.

Río con aquellos a quienes más quiso,
y lloró en silencio, al morir su amigo.
Ya cae la tarde, se nublan los cielos,
pronto volverás a tu Padre Eterno.

Duérmete pequeño, duérmete mi niño,
que yo te he entregado todo mi cariño.
Como en Nazareth, aquella mañana,
"¡He aquí tu sierva, he aquí tu esclava!"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ENORME COMENTARIO, QUIEN TUVO EL HONOR DE ASISTIR COMPROBÓ EL VERDADERO ENTIERRO DE CRISTO MUY EMOCIONANTE Y EMOTIVO. ENHORABUENA A LA HERMANDAD Y A SU JUNTA DE GOBIERNO POR LA DIFICIL PERO PARA MI ACERTADA DECISIÓN PESE A NO LLOVER FINALMENTE

Anónimo dijo...

Ahí quedo!!!! como HERMANO orgulloso me siento, del trabajo bien hecho, del sentimiento, del buen hacer, de la casta y entrega de está HERMANDAD, sin palabras me quedo cuando recuerdo aquella noche de Viernes Santo en la que el Titular podía haber sido:
EL SANTO ENTIERRO SE QUEDA EN CASA.
Pero mas allá de eso, solo quien pudo gozar de estar alli supo lo que allí se vivio, se respiro, se sintio y como muy bien narrado el cronista explica.